Otro día oscuro, tan oscuro que cuando levanto la cabeza, no puedo ver la claridad del cielo aunque hace buen tiempo. Lo que yo no veo, mejor dicho, tal vez es la esperanza en lugar de la lucidez...
Hace cuatro años, efectivamente cuatro años, experimenté una serie de sufrimientos cuya influencia todavía sigue ejerciendo hasta ahora. Antes, yo era muy optimista, abierta y, bueno, un poco ágil. Era jefa de mi grupo y por la responsabilidad y competencia, mis maestros me apreciaban mucho, a pesar de que yo no era el sobresaliente. Lo mismo no solo ocurría en mi bachillerato, sino en cada fase de mi estudio como en la primaria y secundaria. Me gustaba leer y escribir, así que siempre tenía ideas más profundas que las de mis compañeros. Quizá por esta razón viviera yo bajo el sol de elogio y admiración. Pero todo eso cambió totalmente en 2014, cuatro años antes.
En mi bachillerato conocí a un chico, no muy guapo y alto como el príncipe azul en los cuentos para niños, pero inteligente, tan inteligente que no le costaba mucho para situarse en cabeza de la lista de calificación y mantenerse sobresaliente, en especial en cuanto a las matemáticas, física y química, de las que yo no tengo dotes. Así que lo admiraba muchísimo hasta un día nos hicimos novios. Pues como era la primera vez que yo tenía una relación con un chico, quería dar a conocer a todo el mundo, y lo logré, incluso a mi maestra.
La maestra se encargaba de la geografía. Era una mujer de media edad, tradicional, sosa y sobre todo, con discriminación sexual. Cuando empezó a ocuparse de los asuntos de nuestro grupo, ya llevaba un año haciéndome el cargo de jefa. No me caía muy bien, porque a ella le gustaban los chicos obedientes, introvertidos y con buenas notas. Desafortunadamente, yo no era así y no quería cambiar. De hecho, no hace falta que cambiemos solamente por el gusto de algunos, ¿no? Pero me dio mucha pena porque nunca me he encontrado con ningún maestro que no me gustara. Lo peor es su tratamiento sobre esta relación ¨premadura¨: nos exigió a pedir disculpa ante todos los compañeros, me suspendió en un mes en el puesto de jefe y, una y otra vez hizo conversaciones conmigo, para maltratarme de manera espiritual..
No podía aguantar más y nos separamos. Poco a poco vinieron mejorando mis notas y entré en los 30 más excelentes. Sin embargo, de vez en cuando ella me hacía insultas e ironías usando esta relación. La odio yo para siempre.
Parece que se acabó todo cuando nos graduamos y empezamos un nuevo capítulo de la vida en la universidad, y no recordé esta memoria dolorosa durante mucho tiempo hasta el año pasado. Un chico me declaró y me decidí a estar juntos, y como nuestra facultad tiene una escala muy pequeña con solamente no más que 60 personas, no tardó mucho en que todos se dieron cuenta de que teníamos una relación ¨extraordinaria¨, lo que me provocó mucho estrés, ya que me hizo recordar lo que ha pasado en mi bachillerato, tanto la angustia como la odiosidad, así como el miedo de que todos se burlaran de mí por mi estupidez... Comencé a hacer pesadillas casi todas las noches y llorar por ningún motivo.
El tiempo no puede curarlo todo.
Pues déjenme registrar mis secretos aquí y así, en un lugar donde nadie me conoce, como un agujero negro que puede devorar todas las desesperanzas, usando un idioma que poca gente puede entender bien, como un tipo de contraseña;
así que yo podría aliviarme.